Hoy tengo el día un poco filosófico así que voy a compartir con vosotras una intriga que me asalta a veces.
¿Habéis visto la peli «Yo robot«? Es una muy conocida, de ciencia ficción-acción en la que sale Will Smith.
El tema es que a lo largo de la película, que va sobre la toma de conciencia propia de un robot, se repite varias veces una cuestión: que los robots, cuando están solos, tienden a juntarse.

Así, sin más ni más, ellos se juntan a su manera.
Pensaréis «Ana chifló».
No, al menos de momento 😉
Veréis, la cosa tiene que ver con el asunto de tejer: empiezas en tu casa a tu manera, quizás contando con las enseñanzas de alguien que te inicie, como una abuela o una madre, pero enseguida buscas alguien más que, como tú, disfrute con tu mismo hobby.
A estas alturas del mundo lo primero es lanzarse a la red y, ahí, te das cuenta de que hay montones de personas que disfrutan tejiendo, ya que no somos bichos raros, ni abuelitas reconvertidas en tejedoras cibernéticas…
El siguiente paso son las quedadas con gente de más o menos cerca y con unos motivos principales: tejer, el tejido y disfrutar tejiendo.
Luego te das cuenta de que en esos grupos hay algo más en común que los simples hilos de las Parcas, que nos juntaron en la vida y que también nosotros, simples humanos, a veces tejemos.
Lo hablábamos en la quedada del otro día, que nos habíamos conocidos muchas por una pelota de lana y resultó que teníamos montones de cosas en común: nos gustaba experimentar haciendo pan casero, coser, la pastelería… básicamente todas esas cosas que requieren del uso de las manos para poder producir algo.
Algo debemos de tener, que como decían en aquella película de los robots, tendemos a agruparnos.
Yo pienso que es una especie de desencanto por la rapidez del mundo actual en el que están quienes, con un chasquido de dedos, quieren tenerlo todo hecho para deleitarse en el producto final y quienes invierten tiempo en el proceso de realizar las cosas, porque es precisamente ese proceso el que brinda el deleite.
Más claro: están quienes compran un pastel en la pastelería para comérselo o están quienes hacen el pastel en casa porque disfrutan haciéndolo. Te sale más caro en tiempo y costes pero el resultado puede ser insuperable.
En ese grupo de personas que disfrutan del proceso entramos de pleno las tejedoras: lo que tejemos es objeto de nuestra admiración y placer pero no por ser el objeto en sí, si no porque invertimos en hacerlo mucho de nuestro tiempo y el producto final es el objeto que representa ese proceso gustoso de realización.
A lo que iba: algo debemos de tener que nos reconocemos entre nosotras y tendemos a agruparnos, porque, por ejemplo, en una carpa llena de gente, si citas a dos tejedoras que no se conozcan de nada, a sabiendas de que las dos están allí, no hace falta que les enseñes una foto de la otra porque se encuentran, sin más ni más.
Sólo así puede explicarse que en una sala de espera se te siente al lado una persona que no conoces de nada y comencéis a hablar de punto porque ambas tejéis.
Seguro que habéis tenido algún encuentro surreal-tejedor de este tipo, ¿a que sí?