Las primeras agujas que llevaron a mis manos fueron prestadas: era mi abuela quien se dedicaba a hacer calcetines para toda la familia y fue ella quien me inició en esto del mundo lanero. Eran estas:
Raro para calcetines ¿no? Hoy, con la pila de información que tenemos, tutoriales para lo que queramos a golpe de ratón, lo primero que nos pasa por la cabeza cuando hablamos de tejer unos calcetines son las agujas de doble punta, pero es que los calcetines de mi abuela era un poco especiales: eran todos de rallas, los tejía como si de una manga se tratase y llevaban una horrenda costura en la planta del pie. Eso sí, unos calcetines hechos con más amor, no se encontrarían nunca. Aun conservo un par.
Con los años, y las cataratas, lo de tejer se le acabó a la pobre mujer y como nadie quería las agujas… se vinieron conmigo. Una de ellas está totalmente torcida de apretar para que no se le escapara pero siguen cumpliendo su objetivo.
Poco a poco se van necesitando más y «¡oh! ¿Cómo que no hay?» y se buscan soluciones del tipo de…
… ir a los chinos, comprar lo que se encuentre y «apañarlo». En este caso tenían agujas medianamente finas pero eran de doble punta, con lo cual, necesitaban un tope, y se lo puse.
Rudimentario pero eficiente.
Luego llegó Hito, el terror de las agujas rectas, y hubo que buscar una alternativa. ¿Tenéis gatos? Pues lo de tejer con un gato al lado con agujas rectas es complicado. Digamos que ellos ven una cosa de color que sube y baja, tentándolos a jugar y que es ideal para que quede enganchada en su uñas, es el tope de la aguja. Después de que me sacase los puntos un montón de veces, descubrí las agujas circulares, las Synfonie de madera, y el perder los puntos por causa gatuna, se acabó 🙂
Estas, las circulares son especialmente útiles y una vez que te acostumbras, a ver quién vuelve a las rectas…
Lo de los calcetines con costura fue durante mucho tiempo algo así como un totem a adorar y nunca se me había pasado por la cabeza hacer un calcetín «en redondo» hasta que un buen día Pilar me tentó con sus intercambios de Swapetines en los que no podía participar ¡¡¡porque no sabía tejer calcetines!!!
Hubo que aprender y, claro, llegaron las agujas de doble punta, primero de metal, luego de madera.
¿Cual fue el motivo del cambio? Cuando se gastan, las de metal digo, al rozar entre sí y con la lana producen una sensación brrr, no sé cómo definirla, de esas que te hacen chirriar los dientes, así que decidí probar con la madera y ahora no la cambio por nada: ¡¡¡¡la mezcla de sensaciones de tejer con agujas de madera y materiales naturales es increíble!!!!
Puede sonar muy friki pero cuando de disfrutar tejiendo se trata, es lo mejor.
Luego, cuando llevas tiempo tejiendo, la gente que tejió comienza a dejarte pequeñas herencias de esas que durante tanto tiempo se denostaron y nadie quería con las que pasaron tanto tiempo entre las manos y que tan útiles les resultaron, cosas la mar de curiosas, y útiles, como esto:
El «instrumento alámbrico» es para mantener puntos a parte. Fue «fabricado» por un abuelo para su mujer, que tejía calcetines y ella me lo dio un buen día.
EL objeto oblongo es un estuche para agujas del que siempre oí que estaba hecho con una bellota, aunque parece más bien de hueso. Era de mi madre, quien tejió hasta que las cervicales la dejaron apartada de estas labores y me cedió sus bártulos.
Quién sabe donde acabarán mis herramientas, pero lo que sí se sabrá es que tendrán una larga historia detrás 🙂
Y las vuestras, ¿qué historia tienen?
Ya te digo, cuando pruebas las agujas de madera ya no quieres otras 🙂
Me pasa como a ti, la qgente que sabe que me gusta tejer a veces aparece con cosas de sus abuelas y tias en plan «Lo iba a tirar, pero igual tu aprovechas algo» Y vaya si aprovechas 🙂